En primera persona. Propuestas para una escritura gestáltica

EN NOMBRE PROPIO.

PROPUESTAS PARA UNA ESCRITURA GESTÁLTICA.

Francisco Fernández Romero.

“¿Quién habla aún al corazón abrasado

cuando la cobardía ha puesto nombre

a todas las cosas?”

(Antonio Gamoneda)

 

Se escribe de muchas formas. Plácidamente ante una taza de café o una copa de vino; en el silencio de una cabaña con el fuego crepitando en la chimenea; se escribe a mano o ante una pantalla; se garabatean notas en el bullicio de la calle. Se escribe por obligación o por necesidad. Esta vez, escribo con cierta urgencia, sin detenerme a pensarlo demasiado, con las palabras brotando.

Quiero escribir yo, es decir, en primera persona, apropiándome de mis palabras, y quiero escribirte a ti, al otro lado de la página. Tú tienes cara y nombre: Mónica, que de nuevo te arriesgas a escribir; Anita, Carolina, Paco, Mónica Margain, Elisa, Sandra, Verónica, Leticia… Y quiero escribirte también a ti aunque por el momento no sé tu rostro ni tu nombre. Quiero encontrarte.

Quiero escribir acerca de la escritura, de la posibilidad de escribir no de cualquier manera, sino gestálticamente. Y es que desde hace un tiempo leo artículos y tesis acerca de la Gestalt y me parece que no siempre son gestálticos. O lo son sólo porque la Gestalt es su tema, aunque no estén escritos desde la Gestalt. El problema, creo no está en el qué sino en el cómo. “Ahí el problema no es sólo qué decimos, y qué es lo que podemos decir, sino también y sobre todo, cómo lo decimos: el modo como distintas maneras de decir nos ponen en distintas relaciones con el mundo, con nosotros mismos y con los otros”. (Larrosa y Skliar, 2005 p.26)

¿Qué tipo de relación genero a través de mi manera de decir, de escribir? ¿Me acerco? ¿Me distancio? ¿Me muestro? ¿Me oculto? ¿Te toco? ¿Me dejo tocar? Hay formas de escribir y de decir que se convierten en una barrera que en lugar de aproximarnos nos separa. “Porque la palabra es, también, un largo paréntesis entre el ‘yo’ y el ‘tú’, tan largo que a veces con la palabra no hay cómo avistarse, cómo tocarse, cómo intuirse”. (Skliar 2005, p. 45)

Está, cada vez más, esa forma de escribir y de decir que busca la neutralidad; algo plano que nos haga iguales; un lenguaje técnico que sea común a todos pero que en realidad no es de nadie. Dice el filósofo español José Luis Pardo: “Hay un intento en marcha por librar al lenguaje de su incómodo espesor, un intento de borrar de las palabras todo sabor y toda resonancia, el intento de imponer por la violencia un lenguaje liso, sin manchas, sin sombras,  sin arrugas, sin cuerpo, la lengua de los deslenguados, una lengua sin otro en la que nadie se escuche a sí mismo cuando habla, una lengua despoblada” (Pardo en Valente, J.A. 2000, p. 190)

Temo que con frecuencia usamos ese lenguaje al escribir nuestros artículos y nuestras tesis, un lenguaje que no es nuestro, ni tuyo ni mío, sino de entidades que pretenden estandarizarnos y cancelar la riqueza de nuestras diferencias con el pretexto de hacernos comprensibles.

“Si habláis ese lenguaje, nos dicen, hablareis desde la realidad (…) pero a nosotros esa realidad nos produce una extraña sensación de irrealidad. Como si no tuviera densidad, cuerpo, como si al presentarse como una realidad abstracta, transparente y bien ordenada, nos apartara de la experiencia que es siempre situada, concreta, confusa, singular; como si comprendiéramos que esa manera de ver, de comprender o de objetivar nos impidiera ver y oír, nos hiciera sordos,  nos convirtiera en incapaces de tocar el mundo y elaborar con otros el sentido (o el sin-sentido) de lo que nos pasa (…) Si habláis ese lenguaje, nos dicen, seréis comprendidos por todos (…) Pero nosotros tenemos problemas con esa comprensión y, sobre todo, con ese todos. No queremos que se nos comprenda sino que se nos escuche, y somos capaces de ofrecer, a cambio,  nuestra capacidad para escuchar lo que quizá no comprendemos. Además no queremos hablar para todos, porque sabemos que ese todos es, en realidad, nadie”. (Larrosa y Skliar 2005 p.32-34)

Me propongo y te invito a escribir gestálticamene, pues creo que tendríamos que hacer un esfuerzo para que nuestros textos y el modo de escribirlos sean más congruentes con la propuesta de nuestro modelo, con la novedad y la revolución de nuestro modelo, y que aunque eso implica riesgo también puede enriquecernos.

¿Y qué, hasta donde alcanzo a ver, nos propone nuestro modelo? ¿A qué nos invita?

A escribir con una comprometida intención estética. A escribir no sólo ajustándonos a formas preestablecidas sino creando posibilidades nuevas. A escribir también a partir de lo sensorial y lo emocional, con el cuerpo y las entrañas, y no sólo con la cabeza. A escribir dejándonos afectar, dejándonos transformar por lo que escribimos. A escribir mostrándonos a nosotros mismos, transparentándonos, dejándonos ver. A escribir para los otros, pero unos otros reales que no se diluyan en una abstracción intangible.

 

Una comprometida intención estética.

Escribir gestálticamente implica escribir con belleza. Intentar escribir con belleza aunque no siempre lo logremos, aunque muchas veces sólo alcancemos a rozarla.

“Nuestros fundadores han puesto la belleza en el corazón de la psicoterapia gestáltica”, dice  Gianni Fracesetti (2013), y con él, Robine (2010), Delacroix (2010), Spagnuolo (2005), entre otros; y es cierto: una de las propuestas más novedosas y revolucionarias del enfoque Gestalt desde sus inicios es la de partir de criterios estéticos para definir la salud y el crecimiento. “Nuestra naturaleza original es la belleza” dice Margherita Spagnuolo. Hacer terapia es, fundamentalmente, revelar al paciente su propia belleza, esa que lo restablece en su dignidad y en su verdad más esencial. Ayudarlo a volver a casa, como sugiere Alessandro Baricco en Mr. Gwyn, su hermosísima novela. No estamos hablando de algo bonito o agradable; cuando decimos belleza decimos claridad, intensidad, fluidez, espontaneidad, brillo, unidad, ritmo, nitidez, gracia. Decimos también protesta y rebelión, como nos recuerda Delacroix evocando palabras de Adorno: “La obra verdadera es una protesta en contra de la realidad en la que se afirma la dominación, una protesta capaz de transformar la agresión en transgresión. Lo bello vendría entonces de la transformación de la sumisión en transgresión, en liberación” (Delacroix 2010 p.26)

Desde nuestro enfoque, la búsqueda de belleza no es algo superficial o prescindible, sino la guía esencial de nuestro trabajo. Crecemos, nos sanamos y somos transformados por la belleza. “¿Con qué finalidad la buscamos y la creamos? –se pregunta Francesetti, y luego responde:- Porque, hemos dicho, transforma y deja huella”. (Francesetti 2013)

Y creo que no es posible revelar al otro su belleza si no somos capaces de asumir la nuestra; creo que no puedo reconocer tu belleza si no encuentro alguna forma de belleza en mí y si no dejo que mi belleza se exprese ¿No tendría, entonces, que estar presente en nuestra escritura si pretendemos que sea gestáltica? No sólo eso: ¿Podríamos afirmar que escribimos gestálticamente sin un serio compromiso estético?

Atrevámonos a escribir con belleza, a mostrar nuestra propia belleza a través de nuestros escritos (y de nuestros actos). Estiremos las manos, la palabra, la intención para alcanzarla, para hacerla posible; y aunque no la alcancemos, aunque sólo la vislumbremos a lo lejos, nos servirá como guía, como faro, y habrá valido la pena.

 

Crear posibilidades nuevas.

Jorge Larrosa dice, rotundamente: “Algunas formas de escribir y de leer, de hablar y de escuchar, extienden la sumisión, el conformismo, la estupidez, la arrogancia y la brutalidad”. (Larrosa y Skliar 2005 p.27) Coincido: algunas formas de escribir nos limitan, nos constriñen, nos cierran posibilidades.

Sin duda, al escribir una tesis o un artículo, es necesario cumplir con las normas de claridad, precisión y profundidad que ese tipo de textos exigen. Es necesario apegarnos a los lineamientos establecidos y al rigor científico y metodológico necesario para que nuestro trabajo tenga peso y seriedad. Es decir, es necesario ajustarnos; pero si sólo nos ajustamos, si sólo repetimos fórmulas, si no nos atrevemos a ir más allá de lo conocido y seguro, si no corremos el riesgo de crear algo novedoso; ese ajuste, esa escritura se vuelve neurótica y queda lejos de la propuesta gestáltica. “La timidez más lamentable no es el miedo al instinto ni el miedo a hacer daño, sino el de hacer algo de una manera nueva, que nos sea propia”. (PHG p.216)

“Cuando digo que ese lenguaje parece vacío, me refiero a la sensación de que se limita a gestionar lo que ya se sabe, lo que ya se piensa, lo que, de alguna forma, se piensa solo, sin nadie que lo piense, casi automáticamente (…) cualquier cosa que se produzca en su interior da una sensación de ‘ya dicho’, ‘ya pensado’, una sensación de que pisamos terreno conocido, de que podemos seguir hablando o pensando en su interior sin esfuerzo, sin dificultades, sin sobresaltos, sin sorpresas, casi sin darnos cuenta”. (Larrosa y Skliar 2005 p.31)

Ajustarnos, sí, pero también crear y atrevernos a lo nuevo (cfr. PHG p.9, p.13). Supongo que ese es el reto: escribir apegándonos a los lineamientos y a la metodología sin por ello dejar de intentar formas propias y únicas, formas que nos sorprendan y nos revelen y nos amplíen. Si somos congruentes con la propuesta gestáltica, cada investigación tendría que ser diferente en su tema y en su modo de hacerse y escribirse, revelando que su creador es único y que su voz no puede ser sino la suya.

Me propongo y te invito a crear una forma propia de escribir, a encontrar nuestra propia voz: esa que es sólo mía, esa que solo vive en ti. Que las normas y los lineamientos nos sirvan como apoyos, pero que no apaguen nuestra creatividad y amarren nuestra lengua. Que no cancelen el riesgo de inventar.

“En el diccionario hay cadáveres de palabras, no palabras. En el diccionario está la sombra de la palabra. Y al cerrar el diccionario comienza la rebelión de la palabra, la danza de la palabra, la abertura infinita de la palabra. Por ello no se ha de buscar en el diccionario aquello que no se ha buscado en la vida. No se ha de encontrar en el diccionario aquello que no se ha encontrado en la vida” (Skliar 2005 p.41)

¿Hay riesgo en eso? Sin duda que lo hay. Pero nuestro enfoque nos recuerda que sólo crecemos en el riesgo, yendo más allá de la frontera conocida. Nos recuerda que vivimos así, en la paradoja constante de querer seguridad y ajuste para permanecer y al mismo tiempo anhelar creación y novedad para ampliarnos. ¿Valdría la pena escribir sin riesgo? No lo creo. Elijo que me guíe la palabra de Luisa Valenzuela: “La escritura se nutre, con avidez, del descaro. De no ser así nadie escribiría”.  (Valenzuela 2003 p.11)

 

 

Escribir con el cuerpo, con el corazón, con la cabeza.

Escribir gestálticamente implica ir más allá de lo intelectual y descubrir que en nuestro cuerpo, en nuestras sensaciones, en nuestra emoción hay claves constantes para nuestra escritura. Descubrir que a veces no podemos escribir sino desde la pasión, porque escribimos de temas que nos implican profundamente, y entonces…  “La experiencia exige otro lenguaje, un lenguaje atravesado de pasión, capaz de enunciar singularmente lo singular, de incorporar la incertidumbre” (Larrosa y Skliar 2005 p.36)

No digo nada nuevo con esto. El enfoque Gestalt nos invita una y otra vez a salir del egotismo y enriquecernos de la sabiduría que hay en nuestro cuerpo y en nuestros sentimientos, en nuestra función ello. A veces, incluso, hemos caído en el extremo absurdo de suponer que la terapia Gestalt tendría que renunciar al intelecto, como si fuéramos descerebrados. “¡Lo llevaste a la cabeza!”, decimos al supervisar el trabajo de otros como si eso fuera el más grave error.

Necesitamos del intelecto tanto como de lo sensorial y lo emocional. ¿Por qué entonces hay tantas investigaciones y artículos correctos intelectualmente en donde están ausentes el cuerpo y el corazón? Textos en donde sin duda hay conocimiento pero que no me tocan ni me conmueven. Olvidamos a veces… “La dignidad de conocer por medio del sentir, no sólo por medio de la razón”. (Francesetti 2013)

Te invito y me invito a la propuesta de Luisa Valenzuela: Se ha de escribir con el cuerpo. Una y otra vez la autora argentina se hace preguntas sobre el acto mismo de la escritura y nos da claves hermosas y arriesgadas:

“Siento que estoy viva y que una forma de felicidad me corre por la sangre. Ahora sé por qué. La respuesta es simple ahora, tantos años después. Me sentí feliz porque estaba escribiendo con el cuerpo. Una forma de escritura que solo puede perdurar en la memoria de los poros. ¿Escribiendo con el cuerpo? (…) Al escribir con el cuerpo también se trabaja con palabras. A veces formuladas mentalmente, otras apenas sugeridas. Es estar comprometida de lleno en un acto que es en esencia un acto literario (…) Donde pongo la palabra pongo mi cuerpo”. (Valenzuela 2002 p.118)

Y es que un texto sin cuerpo y sin emociones podrá ser muy correcto, pero no estoy seguro de que sea gestáltico. “Desamarrado del cuerpo el discurso se deteriora. Se vuelve falso, tonto, innoble, son peso alguno”, afirma Susan Sontag (Sontag en Valenzuela 2002 p.121), la brillante ensayista estadounidense, amiga, por cierto, de Paul Goodman.

Me propongo y te invito a escribir con toda la inteligencia que podamos, con ideas y razones, pero también a que nuestro corazón se acelere mientras escribimos, a que nuestra respiración se modifique y nuestro cuerpo se estremezca. Y que nos emocionemos al escribir, y escribamos también desde la tristeza, la furia, la ternura, la pasión. Y que escribamos de modo tal que toquemos el cuerpo y la emoción de quien  nos lee. Que nuestro cuerpo esté unido a nuestra palabra, pues como dice Carlos Skliar: “No ha de separarse el cuerpo de la palabra, no ha de separarse (…) Y es que hoy,  ahora mismo, hay demasiada ausencia de los cuerpos. Demasiadas palabras que no dejan huella ni oquedad. Demasiadas palabras orgullosas de sí mismas, de lo mismo. Demasiadas palabras sin cuerpos que las soporten, que las acaricien, que las enciendan” (Skliar 2005 p.55)

 

Dejarse transformar por la propia palabra.

Escribir gestálticamente implica dejarnos transformar por lo que escribimos, no solo crear sino ser creados por nuestra palabra.

¿Qué sentido tiene escribir sólo de lo que ya sabemos? ¿Para qué escribir si el resultado será seguir sabiendo lo que ya sabíamos, seguir sintiendo lo que ya sentíamos, seguir siendo lo que ya éramos? Escribir es otra cosa: es la experiencia de que nuestra palabra nos revele, en principio, a nosotros mismos y nos descubra aspectos de nosotros desconocidos hasta entonces. Cuando escribimos con el cuerpo y las entrañas, cuando dejamos de controlar todo y dejamos sitio a la novedad, es posible que la escritura nos sorprenda y escribamos cosas que no sabíamos que sabíamos.

Se trata de no solo creernos dueños de las palabras, sino también de asumirnos como hijos de ellas, inventados por ellas, creados por ellas. No solo poseerlas sino ser poseídos.  Este doble camino, esta ruta en doble sentido que es una de las características del verdadero contacto según Perls y Goodman (cfr. PHG p.193, p.439 ). “Por eso, como quería Nietzche, escribir es un acto de danzar con las palabras. Marearse con las palabras. Hundirse en las palabras. Saberse hecho de palabras. Obedecer el ritmo de las palabras.  Y celebrar la ambigüedad de las palabras” (Skliar 2005 p,42)

Porque efectivamente, las palabras nunca son definitivas ni cerradas sino abiertas y ambiguas, si les permitimos que lo sean, y son una de las formas más humanas de estar en el mundo. Dice Octavio Paz:

“Las palabras son inciertas

y dicen cosas inciertas,

pero digan esto o aquello,

nos dicen”.

(Paz 1989 p.340)

 

En primera persona.

Escribir gestálticamente implica hacerlo en primera persona y apropiándonos de nuestras palabras. Habitándolas y responsabilizándonos de ellas.

Pero cuántas veces se nos invita (o se nos obliga) a escribir en una lengua que en realidad no nos pertenece, en una lengua correcta y adecuada y técnica… y vacía. Una lengua en la que está prohibida la pasión y la incertidumbre, los titubeos y la creación; una lengua fría que podría definirse como burocrática.

“Cuando leo lo que circula por esas redes de comunicación u oigo lo que se dice en esos encuentros de especialistas, la mayoría de las veces tengo la impresión de que ahí funciona una especie de lengua de nadie, una lengua neutra y neutralizada de la que se ha borrado toda marca subjetiva. Entonces lo que me  pasa es que me dan ganas de levantar la mano y de preguntar ¿hay alguien ahí? Además siento que esa lengua no se dirige a nadie, que construye un oyente o un lector totalmente abstracto e impersonal. Una lengua sin sujeto sólo puede ser la lengua de  unos sujetos sin lengua. Por eso tengo la sensación de que esa lengua no tiene nada que ver con nadie, no sólo contigo o conmigo, sino con nadie, que es una lengua que nadie habla y que nadie escucha, una lengua sin nadie dentro. Por eso no puede ser nuestra, no sólo porque no puede ser ni la tuya ni la mía, sino también, y sobre todo, porque no puede estar entre tú y yo, porque no puede estar entre nosotros” (Larrosa y Skliar 2005 p.27-28)

Basta de escribir en nombre de entidades abstractas. Basta de escribir como experto, especialista, portavoz de algo. Hoy quiero escribir  en mi nombre y con mis palabras, aunque estas sean titubeantes, torpes, pequeñas, insuficientes. Sin embargo son mis palabras, las que me pertenecen y sólo yo puedo decir. Eso supone, por supuesto, mostrarme, dejarme ver, exponerme, y eso es justamente lo que nos propone el enfoque gestáltico: transparentarnos e implicarnos  (cfr. Peñarrubia 1998 cap.14 p.177-192)   en lugar de ponernos a salvo y describir las cosas desde una prudente distancia. Se trata de revelarme ante ti, sin olvidar que al hacerlo, también me revelo ante mí, lo que a veces supone un riesgo que asusta. Como advierte Luisa Valenzuela: “El acto de escribir resulta difícil, por momentos imposible, no a causa de la célebre parálisis ante la hoja en blanco sino ante lo oscuro del alma; enfrentarse con el papel en blanco es enfrentarse en realidad con la negrura, y una sabe que si no está dispuesta a encararla no vale la pena sentarse a escribir” (Valenzuela 2002, p.167)

 

Hoy quiero correr ese riesgo y escribir en primera persona y escribirte a ti que estás del otro lado de la página. Porque no puedo decir ‘yo’ si no hay un ‘tú’ frente a mí. Incluso más: Yo soy yo sólo si estás tú. ¿Estás allí?… ¿Estás allí? Hoy quiero que estés.

“Hablar (o escribir) en primera persona no significa hablar de uno mismo, ponerse a uno mismo como tema o contenido de lo que se dice, sino que significa, más bien,  hablar (o escribir) desde sí mismo, ponerse a sí mismo en juego en lo que  uno dice y piensa, exponerse en lo que uno dice y piensa (…) Además se trata de hablar (y escribir), tal vez de pensar, en dirección a alguien. La lengua de la experiencia no sólo lleva la marca del hablante, sino también la del oyente (…) hablar y escribir en nombre propio significa también hacerlo con alguien y para alguien”. (Larrosa y Skliar 2005 p.37)

Me propongo y te invito a escribir en una lengua que sea realmente nuestra, una lengua habitada por nosotros, por nuestros cuerpos y nuestros corazones, por nuestros nombres y nuestras formas únicas de mirar. Una lengua comprometida y no neutra, una lengua liberadora y no moralizante, una lengua que abra posibilidades y no las limite, una lengua que no existe hasta que es dicha y escrita, y que al surgir ante el otro y para el otro es siempre co-creada, no tuya ni mía sino nuestra.

¿Cómo escribir gestálticamente?  No tengo una respuesta. Creo que no hay, no puede haber una manera predeterminada de escribir así. A cada uno toca crear su propia forma. No hay caminos trazados, no hay atajos. Se trata, creo, de sentarnos ante la hoja en blanco, ante la pantalla y empezar. Dice Jorge Larrosa:

“Tienes que darle una forma a ese murmullo en el que se oyen demasiadas cosas y, justamente por eso, no se oye nada. Tienes que empezar a escribir. Lo más difícil es empezar (…) Empezar a escribir es crear una voz, dejarse llevar por ella y experimentar con sus posibilidades. Sabes que todo depende de lo que te permita esa voz que inventas. Buscas, para la escritura la voz más generosa, la más desprendida. Sabes que esa generosidad de la voz y esa libertad de la escucha son el primer efecto del texto, el más importante, quizá el último. Por eso lo más difícil es empezar. Por eso vuelves a empezar. Una y otra vez. Y sigues. Vuelves a los libros desparramados sobre la mesa. Y sigues. Te afanas en tu cuaderno de notas. Y sigues. A veces sientes que no tienes nada que decir. Y sigues escribiendo y leyendo para ver si lo encuentras. El texto se te va escapando de las manos. Y sigues” (Larrosa 2007 p.15)

Yo escribo no porque sepa algo, sino para saber; no para enseñar sino para aprender; desde la duda mucho más que desde la certeza. En cada frase trato de encontrar mi propia voz, y deseo que esta voz, la mía,  pueda alcanzarte, porque solo entonces será verdaderamente mi voz.

¿Cuál es tu voz, la tuya, la que sólo a ti te pertenece?

Escribir es buscar una y otra vez la propia voz.

Finalmente, la palabra de Juan Gelman, el entrañable poeta argentino; que escribió aún ante el horror, que escribió como si luchara, que escribió contra toda esperanza:

se sienta a la mesa y escribe.

“con este poema no tomarás el poder” dice
“con estos versos no harás la Revolución” dice
“ni con miles de versos harás la Revolución” dice

 

y más: esos versos no han de servirle para
que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo coma viva mejor
ni para enamorar a una le servirán

 

no ganará plata con ellos
no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos

 

ni papagayos ni bufandas ni barcos
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos

 

“con este poema no tomarás el poder” dice
“con estos versos no harás la Revolución” dice
“ni con miles de versos harás la Revolución” dice
se sienta a la mesa y escribe

 

(Gelman 2001, p.111)

 

 

Bibliografía.

Baricco, Alessandro (2012 ) Mr.Gwyn. España. Anagrama

Delacroix, Jean Marie. (2010, Verano)  La Terapia Gestalt en Situación Grupal: una Estética en Movimiento. Revista Figura Fondo No. 28. México. IHPG

Francesetti, Gianni (2013, Primavera) El Dolor y la Belleza. Revista Figura-Fondo no.33 México. IHPG

Gelman, Juan (2001) Pesar Todo. Antología. México. Fondo de Cultura Económica.

Larrosa, Jorge. (2007) La Experiencia de la Lectura. Estudios Sobre Literatura y Formacion.  México. Fondo de Cultura Económica

Larrosa, Jorge y Skliar, Carlos (2005) Entre Pedagogía y Literatura. Argentina. Miño y Dávila

Paz, Octavio (1989) El Fuego de Cada Día. México. Seix Barral.

Peñarrubia, Francisco (1998). Terapia Gestalt, la Vía del Vacío Fértil. España. Alianza.

Perls, Hefferline y Goodman (2002) Terapia Gestalt: Excitación y Crecimiento de la Personalidad Humana. España. Los Libros del CTP.

Robine, Jean Marie. (2010, Primavera) La Psicoterapia como Estética. Revista Figura-Fondo No. 27 México. IHPG

Skliar, Carlos (2005) La Intimidad y la Alteridad (Experiencia con la Palabra). Argentina. Miño y Dávila.

Spagnuolo (2005) Co-creación Improvisada en Terapia Gestalt. Revista Figura-Fondo no. 18 México. IHPG

Valente, José Ángel (2000) Anatomía de la Palabra. España. Pre-Textos.

Valenzuela, Luisa (2002) Peligrosas Palabras. México. Oceano.

Valenzuela, Luisa (2003) Escritura y Secreto. México. Fondo de Cultura Económica.

 

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